"Un test para olvidar", dice Espargaró

Apenas había transcurrido una hora de entrenamiento cuando en el box de Suzuki se dieron cuenta de que Maverick Viñales tardaba demasiado en pasar por meta. Instantes después, los miembros del equipo supieron que el español, que mandaba en la tabla de tiempos (1m 29.299s), había rodado por los suelos.

En pocos minutos, Viñales regresó al paddock y se metió en una de las casetas de su escudería. El corredor de Roses (Girona) se encontraba bien, pero la moto estaba casi para tirar a la basura. "Está destrozada", soltó cuando le preguntaron.

Para hacerse una idea de la magnitud de la tragedia, sobre todo para la fábrica de Hamamatsu, basta con echarle un vistazo a cómo quedó su la GSX-RR. Uno de los operarios del circuito la remolcó hasta la parte trasera del box y un puñado de mecánicos se abalanzaron sobre ella y la taparon con una sábana. Ni entre tres sabían muy bien por dónde meterle mano al amasijo de hierros.

"Después de la caída no he podido volver a usar el chasis antiguo, que era el que realmente me iba bien. Pero con el nuevo hemos probado muchas cosas distintas que seguro nos servirán. Hemos trabajado muy duro, y por eso me voy contento", convino Viñales.

A su vecino de box todavía le fue peor. Aleix Espargaró se cayó dos veces, la peor forma de poner fin a unos entrenamientos para olvidar. El chico de Granollers (Barcelona) no consiguió ser competitivo en ningún momento, circunstancia que se tomó con mucha filosofía.

"Este ha sido un test para olvidar. No me he encontrado a gusto en ningún momento, a pesar de que la moto es mejor. No tengo confianza, y no conseguimos encontrar una puesta a punto que nos permitiera ir rápido", comentó el mayor de los hermanos Espargaró. "Lo intenté todo pero me caí dos veces. Suena raro pero la moto es mejor, el motor, también y el cambio seamless [sin costuras] nos da un plus. Es muy raro", zanjó el catalán.