'Six symbol', la columna de Martín Urruty
Martín Urruty analiza las claves por las que Marc Márquez se coronó campeón 2017 de MotoGP y asegura que el piloto español alcanzó su sexto título mundialista por causalidad y no casualidad.
Foto de: Toni Börner
Nadie gana seis títulos mundiales por casualidad. Ni apoyado únicamente en la superioridad técnica. Ningún piloto logra cuatro campeonatos en la elite del motociclismo gracias a un golpe de suerte. Ni tampoco debido a la defección de sus rivales. La historia sí prueba que han existido corredores que aprovecharon ocasiones para potenciar virtudes, algo que impulsó sus campañas y condicionó a los oponentes. Marc Márquez no es casualidad. Existe una causalidad que permite hilvanar cada uno de sus hitos.
Ocho meses atrás, nadie podía pronosticar que Márquez llegaría a Valencia para definir el título con Andrea Dovizioso y no con Maverick Viñales, dominador de las pruebas de pretemporada, ganador de las dos primeras fechas de 2017 y de tres de las cinco carreras iniciales. En ese lapso, el campeón había cosechado la cifra más baja de puntos comparada con los arranques de sus anteriores cuatro temporadas en MotoGP, había ganado sólo una carrera -en Austin, su pista fetiche- y se había caído en la Argentina y Francia. Aunque estaba a 27 puntos de Viñales, más de una carrera de desventaja, no se daba por vencido. En cada sesión trabajaba para mejorar la prestación de la Honda.
Márquez le puso el cuerpo a la pelea por su cuarta corona de MotoGP. Literalmente. Y no sólo porque durante el año coleccionó ¡27 caídas!, casi el doble de las 15 que padeció como novato en 2013, sino porque hasta empezó a sufrir la pérdida del cabello, algo que confesó recién coronado en Cheste. Su peluquera le advirtió sobre esa otra caída y Marc decidió consultar con su médico, quien le diagnosticó estrés. La pelea punto a punto con Viñales -primero- y Dovizioso -después- tuvo consecuencias en su físico.
Márquez se cayó más que nunca porque más que nunca buscó los límites. Sus rodadas en 2015, el único año en el que no fue campeón desde que ascendió a MotoGP, fueron por intentar viajar más rápido que lo permitido por la moto. Tardó en entender y asimilar lo que Santi Hernández le pedía desde boxes: que corriera usando más la cabeza que el puño derecho. Sus idas al piso en la temporada que acaba de concluir fueron porque utilizó la cabeza: midió en cada entrenamiento -y en varias clasificaciones- hasta dónde podía ir y configuró los límites antes de comenzar cada competencia. Sólo dos de sus 27 caídas fueron en carrera -en Termas de Río Hondo, mientras marchaba en punta, y en Le Mans- y su tercer final sin puntos fue consecuencia de la rotura de motor en Gran Bretaña. Hacía 19 años que no había un campeón de la categoría reina con tres ceros en su cuenta. El anterior había sido Michael Doohan, quien inició la temporada de 1998 con rotura de motor en Suzuka, se rehizo con dos victorias y dos segundos puestos pero luego se rozó con Max Biaggi y cayó en Madrid, enhebró más tarde dos triunfos y un segundo lugar, rodó y abandonó en Brno y cerró el año con cuatro victorias en fila. Aquel título que Mick le ganó a Biaggi fue el último en la seguidilla de cinco que consiguió el australiano.
El cambio de neumático delantero propiciado por Michelin con la temporada ya en marcha tuvo un beneficiario claro, Ducati, y un perjudicado notorio: Viñales. Márquez y su lado del box de Honda se acomodaron a los cambios con mayor celeridad mientras Yamaha intentaba desarrollar un chasis nuevo con el que Rossi se sintió algo más a gusto y Viñales empezó a perderse definitivamente. La temporada tuvo cinco ganadores distintos en las primeras ocho fechas pero las siguientes nueve, hasta llegar a la conclusión en Valencia, fueron monopolizadas por dos pilotos: Márquez y Dovi.
El flamante séxtuple campeón tomó algunos riesgos que podrían haberle costado caro, como cuando peleó hasta el roce con Dovizioso en Austria y bajo el agua en Motegi, al cabo dos batallas cuerpo a cuerpo perdidas, y cuando intentó sellar su título con victoria en Valencia y se fue de largo y dramáticamente hasta el piso en la curva 1. Márquez también tomó riesgos para batir en condiciones difíciles a Danilo Petrucci en Misano y lo consiguió. En todas esas carreras anotó puntos que resultaron cruciales para construir la diferencia con la que llegó al circuito Ricardo Tormo. Nada es casualidad. Marc Márquez es campeón por causalidad. Y los ejemplos de la historia fundan las sospechas de que lo será unas cuantas veces más.
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