Artículo especial

La chispa, el incendio y la hoguera

Nuestro experto en motociclismo, Martín Urruty, nos da su opinión sobre lo sucedido ayer entre Valentino Rossi y Marc Márquez en el Gran Premio de Malasia.

Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing y Marc Márquez, Repsol Honda Team

Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing y Marc Márquez, Repsol Honda Team

Repsol Media

Marc Marquez, Repsol Honda Team y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing y Marc Márquez, Repsol Honda Team
Marc Márquez, Repsol Honda Team y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Marc Márquez, Repsol Honda Team y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Marc Márquez, Repsol Honda Team
Marc Márquez, Repsol Honda Team y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Marc Márquez, Repsol Honda Team
Marc Marquez, Repsol Honda Team en la conferencia de prensa
Tercer lugar, Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Jorge Lorenzo, Yamaha Factory Racing y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Jorge Lorenzo, Yamaha Factory Racing y Valentino Rossi,  Yamaha Factory Racing
Marc Márquez, Repsol Honda Team
Podium: tercer lugar, Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Tercer lugar, Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Podium: tercer lugar, Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Marc Marquez, Repsol Honda Team y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Marc Marquez, Repsol Honda Team, y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing
Marc Marquez, Repsol Honda Team, y Valentino Rossi, Yamaha Factory Racing

La irreverencia puede ser igualmente graciosa e hiriente según resulte uno testigo o víctima. Marc Márquez ha sido siempre un piloto irreverente, incluso desde sus tiempos en 125 cc. y Moto2. Y Valentino Rossi, como cientos de habitués del paddock de MotoGP, miles de aficionados y periodistas de latitudes diversas, ha celebrado la impronta del español que supo ganarse la etiqueta de heredero del italiano.

El asunto es que Rossi fue, durante dos años, testigo de las andanzas de Márquez, víctima ocasional, pero esta temporada ha sido rival. Y Rossi no está dispuesto aún a dejar herencia alguna en tanto desea acrecentar su patrimonio actualmente de nueve títulos mundiales.

Durante los dos fulgurantes primeros años del catalán en la categoría reina, el italiano trataba de hacer pie en su regreso a Yamaha: no fue contendiente al campeonato y sus ocasionales triunfos parecieron los estertores finales de una campaña difícil de igualar. Rossi ni siquiera participó en la apretada definición de la temporada 2013, en la que Márquez y Jorge Lorenzo decidieron el título en Valencia.

En aquella carrera, el mallorquín trató de enredar el paso de los punteros con un ritmo muy lento para que sus rivales le quitaran puntos a Márquez o forzar el error del novato. Rossi se mantuvo distante, cuarto, lejos del embrollo a pesar de que Jorge, Marc y Dani Pedrosa giraban a paso cansino. Durante el reciente y polémico Gran Premio de Malasia, Lorenzo se encargó de recordar aquella llamativa ausencia de su compañero en la lucha por la punta.

Rossi dejó de ser este año la figura del bronce, la leyenda de MotoGP en proceso de retiro, para convertirse otra vez en contendiente a la corona. El italiano tiene el mérito mayor porque a los 36 años y en su 20ª temporada sigue trabajando en cada rubro para continuar siendo rápido, a la par de los mejores pilotos de esta generación. La caída de rendimiento de Honda -y consecuentemente de Márquez- y los vaivenes de Lorenzo colaboraron con la causa de Rossi, puntero del Mundial desde el inicio de la temporada.

El primer chispazo entre Rossi y Márquez se produjo en el Gran Premio de la Argentina, tercera fecha de 2015. Aquel fue el día de la pérdida de la inocencia. El rey y el príncipe heredero, el maestro y el alumno, los compinches, quedaron mano a mano.

Rossi, que esta temporada tiene con qué sostener la ambición de sus mejores días, dejó en claro entonces que creía que éste podía ser su año. Cuando logró pasar a Marc en Termas de Río Hondo, una vuelta y media antes del final en una carrera signada por la distintas elecciones de neumáticos, el multicampeón acomodó la Yamaha justo adelante de la Honda y el español cayó en la trampa: atropelló la rueda trasera de Rossi y se cayó.

Márquez entendió que se había encontrado con la impía versión de Rossi que supo ver por televisión, en tiempos de duelos con Max Biaggi, Sete Gibernau y Casey Stoner.

El fuego creció en Assen, donde Rossi marchaba desde la pole position -única hasta ahora este año- a la victoria. Durante las prácticas, Márquez había ensayado la maniobra de superación en la chicana final lanzándose en la frenada e incluso suponiendo que podía incluir un roce. Rossi había tomado nota y tenía un secreto antídoto: si el español se aproximaba lo suficiente como para tocarlo, él cortaría la chicana con la perfecta coartada del roce.

Y así ocurrió: el fogoso Márquez tiró la Honda por adentro, tan jugado que golpeó al de Yamaha y llegó hasta la banquina, y Rossi levantó su moto no bien sintió el cimbronazo y aceleró por la cama de frenado. Llegaron casi juntos a la curva final, pero Rossi le ganó por 1.2s en la raya y con argumentos suficientes para no ser sancionado.

Valentino desempolvó en Sepang una vieja receta que supo usar en tiempos de Biaggi, Gibernau y Stoner. Y cargó contra Márquez como árbitro del campeonato, acusándolo de haber ayudado a Lorenzo en el extraordinario Gran Premio de Australia.

Es probable que el español, como tantas veces hizo Vale en sus mejores días, haya jugado un poco con sus rivales en Phillip Island antes de rematar la carrera. La imputación de colaboracionista de Lorenzo suena sencillamente exagerada. Al cabo, el de Honda ganó en Oceanía.

Las acusaciones del piloto de Tavullia estaban destinadas principalmente a evitar que sus rivales se metieran en medio de la pelea y así sacar tajada de la conveniencia de terminar detrás de Lorenzo en Sepang y Valencia para ser campeón. Sin embargo, avivaron una hoguera de vanidades.

Todo aquel que haya visto unas cuentas carreras de motos puede sostener con facilidad la opinión de que Márquez se dispuso a molestar a Rossi en Malasia.

Superado fácilmente por Lorenzo, dedicó sus esfuerzos a luchar con el italiano por el tercer lugar aún cuando había mostrado ritmo suficiente para viajar más rápido que la Yamaha. Como si necesitara mostrarle a Rossi en pista qué es capaz de hacer cuando sí quiere interferir en la definición del título.

Márquez sacó del manual pasadas al límite, cruces, tránsito lento en las curvas para impedir que el rival saliera acelerando desde el punto óptimo y duros frenajes. Rossi lo entendió de inmediato y se cansó rápido. Mientras notaba que Pedrosa y Lorenzo se escapaban irremediablemente, quiso darle la lección final a Márquez llevándolo hasta la banquina en la curva 14 para que perdiera tracción, se despistara, en el afán de dejarle un mensaje claro e intentar retomar -solo- el ritmo desde el tercer lugar. Entre la alevosía de Rossi y la porfía de Márquez se produjo el roce, Vale descolgó su bota del pedalín acaso por el toque de Marc y el catalán terminó en el piso.

Cuando todo arde, la diferencia entre salir chamuscado o quemado puede ser un detalle. Aún cuando Márquez contradijo en Malasia el espíritu de la competencia deportiva, no violó las reglas escritas. Rossi, en cambio, provocó con su maniobra la caída de un rival. Y eso está penado en el reglamento. La sanción al italiano figura en el menú dispuesto por esas reglas y en sintonía con determinaciones anteriores de la Dirección de Carrera, por lo que cuesta encontrar un hueco desde el cual juzgar a las autoridades como maléficas o tibias según las pasiones de los hinchas o los intereses de las partes. 

La sentencia de que este campeonato no merecía una definición perturbada soslaya la importancia del próximo Gran Premio de la Comunidad Valenciana, que acaso pueda entregar una carrera tan apasionante e impredecible como las vistas en Silverstone, Misano, Motegi, Phillip Island y Sepang por contar sólo cinco de las últimas seis.

Como en Malasia, lo que ocurra en Cheste estará atravesado por las decisiones que unos pocos hombres han tomado y tomarán viajando a 300 km/h en máquinas de dos ruedas que pesan poco más de 150 kilos.

¿No está allí la esencia del deporte, el néctar para los hinchas? Bienvenida sea otra dosis de elíxir como las que MotoGP sabe preparar.

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