Análisis

'El juego de las diferencias', por Martin Urruty

Las distancias que separan en Honda a Marc Márquez y a Jorge Lorenzo, que en dupla suman 12 títulos mundiales y 141 triunfos, llaman la atención cumplidas las primeras cinco carreras de la temporada.

Jorge Lorenzo, Repsol Honda Team, Márc Marquez, Repsol Honda Team

Jorge Lorenzo, Repsol Honda Team, Márc Marquez, Repsol Honda Team

Gold and Goose / Motorsport Images

Ocho décimas y media. Sólo 98 milésimas. Casi un segundo. Un segundo y ocho décimas. Un segundo y una décima. Poco menos de nueve décimas. Quince segundos. Tanda a tanda, desde el primer entrenamiento hasta la carrera, esas fueron las diferencias entre Marc Márquez, otra vez ganador del Gran Premio de Francia, y su compañero de equipo Jorge Lorenzo, 11° en el mejor final desde que está al mando de una Honda RC213V.

Elásticas en ocasiones, más estables en otras, las distancias que separan a los pilotos del Dream Team, que en dupla suman 12 títulos mundiales y 141 triunfos, llaman la atención como todo lo extraño.

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Aunque eran bien conocidas las particularidades del prototipo japonés y sus requerimientos de manejo tan contrapuestos con el estilo del piloto palmesano, nadie esperaba que el cinco veces campeón mundial y el único corredor que hasta ahora ha podido ganarle un campeonato a Márquez estuvieran tan lejos entre sí. Y no se trata de motos diferentes, de distinto equipamiento ni del trato dado por el equipo. Nadie más que Honda quiere que todos sus pilotos estén adelante: obvio beneficio deportivo y comercial para la marca, y comprobante de que construyó una máquina a la que cualquier estilo se adapta, lo que otorga más cartas a su juego.

Como están hoy las cosas: la casa del Ala necesita a Márquez para ganar. Sin él, el piloto mejor ubicado en el certamen es Cal Crutchlow, séptimo, a 61 puntos del español y a 53 de Andrea Dovizioso, el segundo.

En ocho décimas, el tiempo de un somnoliento pestañeo o el de un chasquido, puede colarse medio pelotón de MotoGP en un entrenamiento o en clasificación. Parece nada pero es un todo. Y en todo trabaja Lorenzo para neutralizar la diferencia que le saca Márquez casi cada vez que salen a pista. El mallorquín se entusiasmó al final del viernes, cuando quedó a sólo 98 milésimas, metido por primera vez entre los cinco más rápidos. Y cuando el sábado consiguió clasificarse en tercera fila, algo inédito hasta entonces esta temporada. En carrera percibió algunos signos positivos que aún necesitan ser traducidos en resultados acordes a los de un tricampeón en pleno uso de sus facultades.

Hay dos puntos de momento irreversibles para Lorenzo que van más allá de las lesiones que lo marcaron al final de 2018 y condicionaron severamente su pretemporada 2019. Uno es la concepción de la Honda: como en su momento lo fue la Ducati, no es una moto con la cual el 99 se sienta naturalmente hermanado. Sin embargo, se trata del prototipo campeón, ganador de tres de las cinco fechas de 2019 y puntero del Mundial, por lo que no hay muchos reclamos que hacer por ahí.

El otro es la abismal diferencia de experiencia que tiene con su compañero en la marca: ¡108 carreras! Márquez ha entrado en su séptimo año de trabajo con las evoluciones concebidas en Japón y Lorenzo lleva cinco competencias.

Durante este tiempo, ha pedido y probado distintos tipos de asientos -con anchos y espesores diversos-, aditamentos en el depósito de combustible emulando aquellos con los que finalmente se sintió cómodo en la Desmosedici, modificaciones en los manillares y disposiciones de los botones -en las dos primeras fechas activó sin quererlo el limitador de velocidad para boxes- y hasta estudió un cambio en el carenado pero éste no será posible en 2019 porque como marcan las reglas los modelos ya fueron homologados.

El camino que ha tomado el tricampeón con Yamaha hace acordar al que recorrió desde 2017 en Ducati. Aunque aquella moto tampoco corría a su gusto, era ganadora con otro piloto (Dovizioso). Eso lo obligó a adaptarse.

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Por eso busca Lorenzo sentirse confortable sobre la RC213V, menos forzado físicamente en las frenadas para no terminar las carreras con los brazos cansados pese a su gran forma física, porque ese es uno de los puntos clave que debe resolver de otro modo. Para eso necesita copiar ciertas prácticas de Márquez y Crutchlow: la Honda, cuyo sistema de freno-motor aún continúa siendo refinado, requiere de una brusca frenada, cruzarla para ayudarla a doblar y apurar la aceleración al salir de las curvas.

Cuaja perfecto con el estilo de Márquez aunque no siempre sea gratis: el campeón se cayó 23 veces el año pasado, se recuerda, y lleva seis rodadas en las primeras cinco fechas del año incluida la de Austin, donde ganaba con mucha facilidad. Lorenzo, quien durante sus nueve años con Yamaha -campeón en 2010, 2012 y 2015- hizo un culto de la velocidad en curva gracias a un estilo suave que hoy parece remedado por Álex Rins en Suzuki, necesita aprender a manejar de otro modo para poder exprimirle el 100% a la salvaje Honda.

Si lo consigue, como un año atrás lo logró con la Ducati, podrá al fin poner en apuros a Márquez, lo que todos -salvo el campeón- esperan desde que a esta altura de 2018 firmó su contrato con HRC. Ningún compañero ha molestado al 93 desde que en 2013 ascendió a la élite. Nadie más competente que Lorenzo para hacerlo.

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