Análisis

'El arte de entretener', por Martín Urruty

Nuestro columnista Martín Urruty aprovecha la acción que brindó el MotoGP el pasado domingo en Assen para recordar cómo la categoría reina del motociclismo logró mantener su esencia pero igualmente entrega espectáculos inolvidables.

Marc Marquez, Repsol Honda Team

Foto de: Gold and Goose / Motorsport Images

Jorge Lorenzo, Ducati Team
Jorge Lorenzo, Ducati Team líder
Danilo Petrucci, Pramac Racing
Marc Marquez, Repsol Honda Team, Alex Rins, Team Suzuki MotoGP
Jorge Lorenzo, Ducati Team, Marc Marquez, Repsol Honda Team, Alex Rins, Team Suzuki MotoGP
Alvaro Bautista, Angel Nieto Team
Jorge Lorenzo, Ducati Team leads
Marc Marquez, Repsol Honda Team
Andrea Dovizioso, Ducati Team
Arrancada
Jorge Lorenzo, Ducati Team leads
Andrea Dovizioso, Ducati Team, Jorge Lorenzo, Ducati Team
Marc Marquez, Repsol Honda Team

No hay capacidad más preciada en estos días que la de entretener. Generar audiencias, aumentarlas, alimentarlas y mantenerlas fieles son premisas que persiguen desde políticos hasta artistas, de periodistas a todo aquel que tenga cierta exposición en medios tradicionales o nuevas plataformas y, claro, también el deporte. Asumido su rol dentro de la industria del entretenimiento, para satisfacerla el deporte ha cambiado hábitos, tradiciones y retorcido reglas con el único afán de brindar un show permanente que mantenga un alto nivel dramático. Y que el resultado sea, en lo posible, imprevisible.

El fútbol, básquet, vóley, tenis y otras manifestaciones han retocado reglamentos y usanzas para ganar dinamismo y generar más emociones. Y los deportes con motor, en su mayoría, han llevado los cambios al extremo: distintos tipos de neumáticos, alerones móviles, grillas invertidas, lastres y penalizaciones varias por rendimiento, y combinaciones técnicas que llevan al paroxismo el juego de estrategias en las carreras. Y eso sin contar los avances técnicos que no siempre gozan de popularidad entre los hinchas. MotoGP ha logrado escapar hábilmente de la enorme mayoría de esas tretas y su producto principal, las carreras, son de lo mejor y menos contaminado que pueda encontrarse en estos días.

Recién en el segundo tercio de la temporada, el Campeonato Mundial ya ha tenido cuatro ganadores distintos en ocho carreras y diez pilotos diferentes han subido al podio. Nueve corredores han liderado carreras y, curiosamente, el que más vueltas ha completado en punta -Jorge Lorenzo, 75, cuatro más que Marc Márquez- está séptimo en la tabla y a 65 puntos del líder. Si en Cataluña MotoGP sorprendió una vez más con un podio conformado por tres pilotos que entre sí acumulaban 246 triunfos y 20 títulos mundialistas y una edad media de 31,6 años, dos semanas después tuvo en Holanda un trío con 23,3 años de edad promedio, comandado por Márquez, camino a ser pentacampeón a los 25.

Las competencias mantienen una estructura básica tradicional: las posiciones de largada derivan de los resultados de la clasificación, las carreras tienen un recorrido que ronda los 110 kilómetros, unos 45 minutos, con un juego estratégico acotado a la elección de los neumáticos. Y a correr. Salvo que se modifique la condición meteorológica en carrera y sea pertinente cambiar de moto, nadie entrará a boxes para intentar una movida estratégica. Ni recibirá constantes instrucciones por radio sobre qué hacer en cada curva o ante cualquier dificultad. Los pilotos deciden todo cuanto hacen en pista salvo rara excepción. La uniformidad de la electrónica, algo imperceptible para los espectadores, es la única estandarización importante dentro de un paquete de reglas precisas que permite que los fabricantes construyan y desarrollen sus propias máquinas y tecnología.

El Gran Premio de Holanda en Assen, el único circuito que -con modificaciones- se ha mantenido en el campeonato desde que en 1949 adquirió estatus de Mundial, resultó una demostración de la buena salud de MotoGP como certamen deportivo en perfecta armonía con las demandas de la industria del entretenimiento. Hubo media docena de líderes distintos en 26 vueltas de carrera, un centenar de sobrepasos y los 15 primeros -al cabo, los que suman puntos- cruzaron la meta encerrados en 16s043. Márquez, ganador por segunda vez en la pista conocida como la Catedral, estuvo a punto de caerse luego de un roce con Álex Rins en el que se le zafó el pie izquierdo del pedalín y la mano izquierda se soltó del manillar. Detrás suyo, del segundo -el español Rins, el más joven de la categoría- al quinto -Valentino Rossi, con 39 años, el más viejo- hubo 694 milésimas. Y todo sin los anabólicos reglamentarios que suelen marcar el pulso de otras especialidades para mantener viva aunque sea de manera ficticia la competencia.

Media docena de fábricas involucradas en la gestión de equipos de carrera, pilotos altamente capaces y entrenados para rendir al 100% de sus posibilidades durante lo que requiera un Gran Premio han puesto a MotoGP en la cúspide de su historia. No se recuerda otro momento con tal grado de competitividad. Eso agranda la leyenda de Rossi tanto como exalta las extraordinarias virtudes de Márquez. Uno se mantiene plenamente competitivo camino a cumplir 40 años y con más de la mitad corriendo en el Mundial. El otro, implacable, reescribe los más importantes récords de precocidad sin perder la sonrisa ni la frescura de sus 25. Y todo andando a más de 300 kilómetros por hora -en Mugello rozaron los ¡360!- en motos de 157 kilos.

Como aquella fabulosa batalla en Australia 2015 ganada por Márquez y que derivó en la polémica definición del campeonato de ese año, o la de 2017 también en Phillip Island con 73 sobrepasos entre los primeros siete y cinco líderes distintos, la competencia en Holanda será recordada como otra magnífica exhibición de MotoGP. Fue una de esas carreras en las que mientras el público aún permanece extasiado en las tribunas las redes sociales transforman un detalle o nombre en hashtag sobre el que opinan los más variados personajes, desde un hincha anónimo hasta un excampeón de Fórmula 1 como el inglés Jenson Button. Y todo porque MotoGP logró lo más preciado en estos días: entretener. Y aún más importante que esa reacción, parece tener la precisa receta para repetirlo.

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