'Ser o sentirse Campeón. ¡Esa es la cuestión!', por Albert Fábrega
Nueva columna de nuestro colaborador Albert Fábrega en el que analiza el golpe en la mesa que dio Nico Rosberg el pasado fin de semana en Singapur.
El podio: Daniel Ricciardo, Red Bull Racing, segundo; Nico Rosberg, de Mercedes AMG F1 carrera ganad
XPB Images
La de este domingo duele. Nico Rosberg atizó un serio golpe a su compañero de equipo en Singapur. No fueron solo 10 puntos de diferencia que ahora le permiten volver a liderar la clasificación del Mundial, no. Fue la manera con la cual el alemán atropelló a un impotente Hamilton, que salió tocado, aunque no hundido.
Singapur era una prueba de fuego para Mercedes. Conscientes de la debacle de la temporada pasada y del momento ascendente de Red Bull, los de Brackley habían invertido muchos recursos en intentar mantener la supremacía que han mostrado en prácticamente todos y cada una de las pruebas de la temporada. Y estuvieron a un pelo, o, mejor dicho, a un Rosberg de repetir la desastrosa actuación de la temporada pasada que les llevó a claudicar ante Red Bull pero también ante Ferrari, que a la postre fue quien se llevó la victoria.
El revirado y bacheado trazado del Marina Bay dejó claro que, por un lado, Rosberg sabe que está en la oportunidad de su vida, y por otro, que Hamilton y Mercedes no son perfectos. Aunque lejos de los problemas de la temporada pasada, Mercedes y Hamilton afrontaron una situación que hasta ahora no había sido nunca tan latente. Bien es cierto que Rosberg se ha mostrado en algunos momentos superior a Hamilton, pero siempre han obedecido a momentos, problemas o errores puntuales con fecha de caducidad. Digo Hamilton y Mercedes, porqué me parece injusto separar una cosa de la otra, tanto cuando vencen como cuando no. Ni uno, ni el otro. Ni Hamilton fue capaz de cambiar su agresivo estilo en las frenadas para poder minimizar sus efectos negativos en forma de bloqueos y pérdidas de vértice, ni Mercedes de preparar un coche que le permitiera encontrarlo.
Quizás esa suspensión que tanto ha dado que hablar esta última semana, pero en la que Mercedes ya lleva mucho tiempo trabajando y ganando carreras, no es capaz de gestionar de manera óptima las singularidades del Marina Bay. Es un sistema que les permite grandes ventajas, pero que ya ha demostrado que en algunas ocasiones su ventana de trabajo es realmente estrecha. Una exclusividad que ya les ha obligado a renunciar a ella en algunas ocasiones para no caer en el abismo.
En otras circunstancias, Hamilton se hubiera subido por las paredes, pero no fue así. No hubo fuego cruzado, ni acusaciones, ni amenazas. Era consciente de la derrota, incluso antes de tomar parte en la batalla. Sucumbió y admitió la superioridad de Nico sabedor que en dos semanas la situación será completamente diferente. Sabe por qué. Sabe que Nico está en un buen momento, pero que en el peor de los casos y en igualdad de condiciones, como mínimo estará allá, a su lado. Y allí, Hamilton es mejor.
Nico gestionó de manera inmaculada la carrera. Controló el tiempo y el espacio de manera sublime y sin la más mínima duda, incluso cuando en sus espejos vio llegar un peligro para su victoria. Pero esta vez, la amenaza no era de color plata. No era Hamilton. Era otro, da igual quien. Ni le tembló el pulso, ni el acelerador, ni la voz. Pero pese a ser líder, Rosberg no es, ni se siente aún Campeón. La de este domingo duele, pero no mata. Sabe, saben y sabemos que de aquí a final de temporada volverán a encontrarse: cara a cara, codo con codo. Si Rosberg gana ese duelo, no solo será Campeón, sino que además, se sentirá Campeón.
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