El día que un Fórmula 1 despertó a una ciudad

No había salido el sol ese sábado en Bogotá, cuando miles de personas caminaban o corrían con afán por la Carrera Séptima, en el centro de la capital colombiana. Era una mañana inusualmente movida y la gente estaba ansiosa, esperando algo nunca visto por muchos.

Antes de que el motor del RB1 se encendiera por primera vez en la emblemática Plaza de Bolívar, al lado de la Casa de Nariño donde vive el presidente de la república, la calle era ya un túnel de gente, a lado y lado de un asfalto bastante ondulado y usualmente muy congestionado por el tráfico, incluso en un fin de semana.

Ventanas, balcones, techos o incluso árboles, se convirtieron en abarrotadas tribunas, antes de que a las 7 de la mañana David Coulthard condujera su monoplaza fuera del garaje improvisado por el equipo en medio de una masiva ovación.

Lo que vivieron luego los madrugadores presentes fue una aproximación mínima a lo que podría ser un Gran Premio de Fórmula 1 en Colombia, pero fue vibrante.

Coulthard apenas llegó a superar los 170 kilómetros por hora, pero el eco del sonido del motor retumbó por entre las angostas calles de los barrios del centro de Bogotá, incluso más allá de los 1,2 kilómetros del corto recorrido preparado para la demostración.

Se estimó que unas 70.000 personas asistieron al evento, que para la hora y para ver un solo auto ir y venir, con un piloto escocés, tal vez no el más querido por el público en Colombia por su relación con Juan Pablo Montoya, en realidad fue sorprendente.

En la década del setenta la Fórmula 2 corrió en Colombia, con algunos pilotos de la Fórmula 1 en la nómina, eso en el antiguo Autódromo de Bogotá. En 1983 Roberto Guerrero condujo su Theodore en el Autódromo de Tocancipá en una demostración.

Sin embargo ningún evento del deporte motor ha sido tan multitudinario en el país cafetero como el de aquel día en el centro de Bogotá.