Mirar al 2020 sin saber si vamos a llegar vivos
Nuestro columnista Albert Fábrega aprovecha el parón del verano en la F1 para hacer una reflexión sobre el futuro a menos de cinco años vista.
Para la temporada que viene el nuevo reglamento aporta varios cambios interesantes en el tema de las unidades de potencia, que deberían proporcionar un escenario más equilibrado del que hemos vivido en estas más de dos temporadas de la sufrida era híbrida de la Fórmula 1.
Reducción de precios, convergencia de prestaciones, mejor sonido y obligación de suministro son las cuatro premisas sobre las cuales se ha basado el nuevo paquete de reglas dispuesto para satisfacer los diferentes frentes abiertos y que bloqueaban en gran parte otros temas. Hasta aquí nada nuevo. Al menos hasta que veamos de qué manera se aplicarán y si realmente la estabilidad reglamentaria aportará esa convergencia natural en prestaciones tan deseada o deberán recurrir al plan B para igualarlos. Veremos.
La infravaloración inicial que hicieron Ferrari, Renault y Honda del proyecto, dejó a Mercedes en una situación de ventaja que le ha permitido dominar -aunque también gracias a otros muchos baluartes- de manera implacable esta era. No voy a entrar en debates sobre si su proyecto fue desarrollado ya con anterioridad o no. Yo no lo sé, pero la brillantez con la que Mercedes ha sido capaz de mantener tal supremacía, no me permite otra cosa que sacarme el sombrero.
¿Y porqué reabro este tema del cual ya hemos hablado sobradamente? Les cuento: En la rueda de prensa del viernes con algunos de los responsables técnicos de los equipos se puso encima de la mesa una carta de futuro. ¿Dónde hay que ir más allá de 2020 cuando caduque la actual reglamentación de motores? Y sí, aunque sin ponerse de pie, lo dijeron: el motor eléctrico.
Abrir un debate de esta índole cuando la F1 aún no ha sido capaz de asimilar y digerir el precipitado cambio a los híbridos, me parece como mínimo una frivolidad. Y digo precipitado porqué creo que fue un movimiento necesario, pero mal aplicado. Estaría bien que la F1 aprendiera de sus errores, aunque si echamos la vista hacia atrás, me temo que será complicado.
La F1 no puede ni debe ser ajeno a los cambios que está sufriendo la sociedad como tal. El mundo está en la era de las energías verdes y de la eficiencia energética y la F1 no les podía dar la espalda hasta convertirse en un reducto anclado en tópicos de años atrás. La F1 debe seguir los vientos que señalan las marcas, los patrocinadores y la sociedad. No podemos pretender que guste a todos. Ni tampoco podemos pretender que se amolde a los deseos del que más grita, aunque ahora se haya puesto de moda. La F1 debe seguir su camino como espectáculo, como deporte, como plataforma tecnológica, como escaparate. Y como negocio que es, debe aunarlas todas para que los que nos las miramos de fuera nos agrade, pero no al revés.
La F1 y sus gobernanzas deberían tomar nota del relativo éxito de la FormulaE, en la cual esta temporada se enrolan dos marcas ligadas al pasado reciente de la todopoderosa F1: Jaguar y BMW. Pero el secreto de la FE no es el motor eléctrico, es la restricción en el desarrollo. Esas manillas que ahuyentan los grandes dispendios y a la postre las grandes diferencias entre equipos. La F1 debe equilibrar la lucha tecnológica a la deportiva y dejar que a veces el piloto bata al ingeniero. Que el volante de dirección cuente tanto como el de inercia, vaya.
Los grandes cambios que afectarán al chasis en 2017 puede llevarnos a un escenario diferente, seguro. Pero si el Mercedes tiene otro color, otro nombre y otros pilotos, estamos en las mismas. Más contentos unos que otros, pero seguiremos perdiendo esencia deportiva. Ya hace demasiado tiempo que el pulso siempre cae del lado tecnológico, lo que nos obliga a disfrutar de luchas deportivas acotadas entre compañeros de equipo.
Y visto que va a ser imposible establecer una equitativa redistribución de ingresos y un límite presupuestario, si no conseguimos devolver la lucha a la pista en 2017, habrá que empezar a pensar en tocar el reglamento deportivo más que el técnico. No hay otra. Pese a que pienso que lo peor ya ha pasado, no nos podemos permitir otra transición. Olvidémonos de motores eléctricos y empecemos a pensar en parrillas invertidas, lastres y otros sistemas que igualen las posibilidades y catapulten el deporte. Porqué estén tranquilos los puristas, que al final siempre gana el mejor.
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