Análisis

La FIA provoca a los dueños de la F1 para marcar su territorio

Las relaciones entre el titular de los derechos comerciales de la F1 y quienes legislan las reglas del juego están lejos de ser idílicas tras la elección de Ben Sulayem a la presidencia de la FIA. El último desaire tiene que ver con la publicación del calendario de 2023: normalmente ha sido difundido conjuntamente por las dos partes, mientras que ayer el organismo federativo se adelantó a la serie, un despecho que no ha pasado desapercibido.

Toto Wolff, director del equipo y consejero delegado de Mercedes AMG, con Mohammed bin Sulayem, presidente de la FIA

Foto de: Mark Sutton / Motorsport Images

En la historia de la Fórmula 1, cíclicamente surgen disputas entre la Federación Internacional y el titular de los derechos comerciales. La convivencia entre dos centros de poder nunca es fácil, pero a lo largo de los años ha habido largos periodos de cohabitación tranquila, sin momentos de tensión y con una buena cooperación.

Desde que la presidencia de la FIA pasó a manos de Mohammed Ben Sulayem el pasado 17 de diciembre, la Fórmula 1 ha tenido que lidiar con algunos asuntos espinosos, empezando por el caso Michael Masi, que se archivó sin colas polémicas, pero desde la pasada primavera se empezó a notar cierta tensión entre la Federación Internacional y Liberty Media.

En algunos casos, las posturas del presidente de la FIA han sido evidentes, en otras ocasiones se han producido escarceos de forma que, aunque tienen poco fondo, reiteran un punto básico.

La actitud de Ben Sulayem denota la voluntad de trazar una frontera clara entre lo que es responsabilidad de la FIA y lo que es responsabilidad del titular de los derechos comerciales, una intención que brilla incluso en situaciones de importancia secundaria.

Un ejemplo de ello lo vimos ayer, cuando la FIA emitió un comunicado de prensa con el calendario del Campeonato Mundial de Fórmula 1 de 2023.

Por tradición, Liberty Media y la FIA siempre han enviado un comunicado conjunto, porque si bien es formalmente correcto considerar la aprobación del calendario como un área de competencia de la FIA, también es cierto que la elaboración del calendario es el resultado de un largo proceso llevado a cabo y concluido por Liberty Media, que se encarga de negociar y concluir las negociaciones con los promotores de cada Gran Premio.

Stefano Domenicali, CEO, Formula 1, con George Russell, Mercedes-AMG

Stefano Domenicali, CEO, Formula 1, con George Russell, Mercedes-AMG

Photo by: Steve Etherington / Motorsport Images

En esta ocasión, la FIA no informó a Liberty Media del envío del calendario, y en las oficinas de Londres el personal bajo la dirección de Stefano Domenicali se enteró de la oficialización sin previo aviso.

Ben Sulayem también quiso marcar su territorio con una declaración, ("La adición de nuevas carreras y el mantenimiento de los eventos tradicionales subraya la buena gestión del deporte por parte de la FIA") atribuyéndose un trabajo realmente realizado por Liberty.

La Federación Internacional (a través del Consejo Mundial) tiene la última palabra sobre la aprobación (o no) del calendario, pero de hecho en los últimos años el Consejo Mundial ha parecido más una oficina de sellos de goma que un organismo capaz de entrar realmente en el fondo de los asuntos ejerciendo ese derecho de veto que posee.

FIA logo

FIA logo

Photo by: Rainier Ehrhardt

Algo está cambiando, y esto no es necesariamente malo si el poder institucional de la FIA actúa como garantía de los valores básicos del deporte.

Sin embargo, hasta ahora hemos visto posturas curiosas, desde la polémica por las joyas que llevan los pilotos, pasando por la entrada en vigor de la directiva 39 sin pasar por la Comisión de la Fórmula 1, hasta la indiferencia ante la alarma de seguridad lanzada en Miami por Sainz y Ocon por las barreras de la curva 14, hasta el rechazo al aumento de las carreras sprint, decisión motivada por un potencial aumento de costes para la propia FIA.

La FIA quiere marcar su territorio pero, sobre todo, quiere una mayor tajada de los ingresos financieros que Liberty Media obtiene de la venta de derechos comerciales. En el plano económico, la FIA no navega en aguas tranquilas, los presupuestos son deficitarios, y esto probablemente no le guste a Ben Sulayem.

Pero también es cierto que sin las aportaciones que la Fórmula 1 garantiza cada año, en la Plaza de la Concordia correrían el riesgo de no contar con los fondos necesarios para la propia supervivencia de la Federación, por lo que se trata de un juego delicado.

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Sin embargo, de lo que se queja la Fórmula 1 (en este caso no sólo Liberty Media, sino gran parte del paddock) es de la falta de eficacia en ciertos contextos por parte de los hombres de la FIA. Aparte de la gestión del Gran Premio de Abu Dhabi del año pasado, el caso más reciente es la conclusión de la carrera de Monza, formalmente correcta (es justo señalarlo) pero sin embargo condicionada por una gestión menos que impecable por parte de los hombres de la FIA.

El hecho de querer saltarse la Comisión de la Fórmula 1 en el asunto de la directiva técnica 39 no se lo tomaron bien la mayoría de los equipos, al igual que el "desempate" introducido en Canadá saltándose incluso el Consejo Mundial en este caso.

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Además, también hay un aspecto crucial, y es el del sistema de control de los topes presupuestarios, que según algunos iniciados que trabajan en varios equipos en este momento parece ser deficiente.

La impresión es que el juego continuará, quizá sin ruido de sables, pero con láminas. Sin embargo, para ser inatacable, la Federación Internacional tendrá que ser capaz de garantizar una gestión impecable en su papel.

Está bien que la FIA sea la FIA, es básico que un deporte no quede sólo en manos de los que mandan en los negocios, pero también necesita un equipo competente y experimentado para protegerse de las críticas y el descontento. La historia dice que la FIA ha funcionado bien en los momentos en que los hombres de la Federación Internacional han parecido casi transparentes para el sistema. Cuando acaba en el punto de mira, no suele ser una buena señal.

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