Bakú tras la línea de Fuego, por Adrián Puente

Nuestro colaborador nos habla sobre un Gran Premio de Fórmula 1 que da momentos increíbles cada que se presenta.

Valtteri Bottas, Mercedes AMG W10

Foto de: Zak Mauger / Motorsport Images

Dos escándalos. Dos episodios que marcaron a fuego las primeras ediciones de Bakú. En 2017, impacto de Vettel por detrás del Mercedes de Lewis Hamilton. En 2018, Ricciardo se lleva por delante a Verstappen en la curva 1. Salvo la anodina carrera de 2016 como Gran Premio de Europa, Azerbaiyán puede ser el escenario para cualquier cosa.

La capital azerí es la ciudad del petróleo, el viento, y el fuego. Esto último, por las gasíferas de localidades próximas como Yanar Dag. Tres elementos que combinados, pueden generar una verdadera tempestad. Riqueza que emana del suelo de Bakú, y que invade el espíritu del Gran Premio.

Un carácter propio de una ciudad que, incluso, casi termina siendo botín alemán, de no haber sido por la derrota germana en Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial.

Todo este marco hace a la carrera. Y no son en vano las citas geográficas, económicas e históricas. Tampoco las arquitectónicas, porque las murallas de la Rusia Imperial para defender la ciudad, las mansiones de soviéticos millonarios, como las largas rectas hasta las futuristas Flame Towers, tallan este desafiante trazado.

Ambos características de la pista, ayudaron a los dos escándalos citados. Pero también alientan esperanzas para quienes habitualmente pelean con la adversidad de autos más modestos. No por nada Ricciardo remarcó a Pérez como el piloto a seguir, con dos terceros puestos en tres carreras. Renault, Racing Point, Mclaren, Toro Rosso y Haas, podrían estar dentro de esta lógica.

Ferrari, Mercedes y Red Bull, están para debatirse en otra liga. Hablo de las tres zonas características del circuito callejero. Una recta interminable consagrada a las aguas del Caspio; un rectángulo acorde a la geometría moderna entre las curvas 1 y 5; y la traza tan redondeada como angosta de la Ciudad Vieja, donde la Torre de la Doncella es testigo del sector más estrecho de la pista, la combinación 7/8.

Baja carga aerodinámica, pero alta tasa para el error. Paredes cercanas que amedrentan, pero una convivencia bastante inofensiva para los neumáticos. Un paquete técnico que abre el juego y obliga a manejar con precisión. Bakú puede ser un barajar y dar de nuevo, aunque hasta ahora el “dar de nuevo” de este año, sólo fue para que todo volviera al lugar de siempre. Hamilton y Mercedes, adelante y sin pudores.

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